miércoles, 8 de febrero de 2012

sida

Cada día, más de 8.000 personas mueren de SIDA. Cada hora, cerca de 600 personas se infectan. Cada minuto, un niño muere a causa del virus. Al igual que la vida -y la muerte- siguen adelante después del 11 de septiembre, nosotros debemos continuar nuestra lucha contra la epidemia de VIH/SIDA. Antes de los ataques terroristas de hace dos meses, un formidable impulso se había logrado en esa lucha. Perder ese impulso sería agravar una tragedia con la otra.
El VIH/SIDA es un desastre de proporciones globales. Nuevos datos, publicados antes del Día Mundial de Lucha contra el SIDA el 1 de diciembre, muestran que más de 40 millones de personas viven con el virus. La amplia mayoría de ellos está en el Africa Subsahariana, donde la devastación es tan aguda que se ha convertido uno de los principales obstáculos al desarrollo, empobreciendo países enteros y limitando sus posibilidades de recuperación. Pero zonas del Caribe y de Asia no están tan atrás, y la pandemia también se está extendiendo en una tasa alarmante en el este de Europa.
Durante demasiado tiempo, el progreso global en hacer frente al SIDA fue penosamente lento, y en ninguna parte proporcional con el desafío. Pero el año pasado, para muchos en la comunidad internacional, la magnitud de la crisis ha finalmente comenzado a calar hondo. Nunca en las dos largas décadas que el mundo ha enfrentado esta creciente catástrofe, ha habido semejante sentido de compromiso común y de posibilidad colectiva frente a la epidemia. La opinión pública ha sido movilizada por los medios, las organizaciones no gubernamentales y los activistas, por los médicos y los economistas, y por la gente que vive con la enfermedad. Las compañías farmacéuticas, han hecho que sus drogas contra el SIDA sean más accesibles en los países pobres, y un creciente número de corporaciones han creado programas para proveer tanto prevención como tratamiento para empleados y sus comunidades. Las fundaciones están realizando de manera creciente contribuciones generosas e imaginativas, tanto financieras como intelectuales, en la prevención, en la reducción de la transmisión madre-hijo, en la búsqueda de una vacuna.

Articulo de opinion del Secretario General Annan Kofi el 29-11-2001

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